Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Fui un niño normal -declaró Augusto Escobedo-, como todos los que no nacen con fortunas paternales hechas. Además, ni siquiera terminé la educación secundaria. Soy, tal vez, el mejor ejemplo de lo inútil que resulta ser la escuela cuando se ha nacido con vocación determinada. Practicaba el dibujo desde niño, siempre fue mi pasatiempo o mi mayor atracción. Fue hasta los 33 años, en unas vacaciones de Semana Santa, ya con un poquito de desahogo económico, cuando decidí que, en vez de irme a pasear, aprovecharía ese tiempo para pintar.