Las vigilias ha permanecido desde hace dos siglos como un objeto de culto, una especial reliquia para unos cuantos escritores y académicos. Tal vez no pudo tener otro destino: su bula minuciosa de los excesos sentimentales de sus contemporáneos, su compleja estructura y su tono de amarga desilusión no la hacen accesible ni complaciente. Fue apenas en las últimas décadas del siglo XX, con su gusto por lo absurdo, por lo apocalíptico y lo grotesco, cuando la novela comenzó a ser revalorada.