Augusto Gómez Villanueva llegó como embajador de México a la Nicaragua de los primeros años del triunfo revolucionario sandinista, que sorteaba los problemas al interior del país y las dificultades de constituirse como un Estado soberano, ya que también Nicaragua era afectada por el contexto internacional de la Guerra Fría. Para México, este periodo de la historia nicaragüense significa una coyuntura histórica relevante por la defensa de principios básicos de política exterior como la no intervención, la libre autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de las controversias y la igualdad jurídica de los estados.