Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Este libro revisa una parte importante de la literatura histórica norteamericana, escrita entre las décadas de 1960 y 1980, interesada en las rebeliones campesinas del periodo revolucionario. Desde el inicio de la Revolución mexicana, periodistas, políticos, viajeros y académicos del vecino país han publicado una gran cantidad de informes, manuales, artículos y libros, que justifican la idea de que la nuestra es la "revolución preferida" de los estudiosos norteamericanos. Pero fue en los años sesenta cuando inició el boom mexicanista en las universidades anglosajonas y desde entonces no ha dejado de crecer, con altibajos, su atención por la historia de México.
En contraste, hay pocos análisis que aborden los autores, enfoques, temas, procedimientos y olvidos de la historiografía estadounidense desde la perspectiva mexicana. Así, esta obra contribuye a la comprensión de la mirada histórica norteamericana, centrada en la participación campesina en la Revolución de 1910.
Esta obra recibió en 2003 el premio Edmundo O'Gorman a la mejor tesis de maestría por parte del INAH.