Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Se podría clasificar a Muerte parcial como una pieza de pura malicia o de malicia pura. Su íncipit -porque también el teatro puede trabajar con íncipites- parece extraído de una noticia periodística: cinco cadáveres, con los rostors ensangrentados, son iluminados por el flashazo de un fotógrafo.La obra se desencadena luego con vidas que se antojan paralelas: dos parejas, dos conflictos de personajes suspendidos en el limbo -en el círculo de cal de la imaginaaria, donde espera su turno el próximo bateador-, sometidos a una muerte parcial, deseosos de vivir ¿desde la muerte? una segunda oportunidad. Del thriller prometido a la atmósfera del absurdo; a un universo donde los cuatro protagonistas aguardan, como quien espera a Godot, la llegada o la aparición de un cincuentón de nombre vulgar: Ernesto Velarde.Muerte parcial, el thriller y la irrealidad, transita con una soltura expectante.Vicente Leñero