Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
¿De dónde viene el eco primordial que ya es metáfora? se pregunta Fernando Corona por lo que, a partir del seguimiento de tres poemas de autores sudamericanos contemporáneos Hubo un tiempo, del uruguayo Saúl Ibargoyen, Como en el principio, del chileno Hernán Lavín Cerda, y Poetarzan, del argentino Jorge Santiago Perednik conjetura sobre cómo es que pudo haber surgido el pensamiento poético en el hombre desde su etapa primitiva y cómo, de hecho, sigue viva en la mentalidad del poeta moderno, no sólo producto de una intención encaminada a revivir un lenguaje perdido u olvidado, sino como un verdadero reencuentro con una forma de pensar inherente al oficiante de la expresión poética.
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