Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La existencia de una cultura de tolerancia y respeto es de vital importancia para una relación armoniosa y pacífica entre las personas. Para llegar a ella la educación y el arte resultan primordiales, no sólo como medios para contrarrestar una cultura sismada por la violencia, la intolerancia y el miedo, sino como formas de introducir valores y virtudes. La violencia de género, la intolerancia religiosa, las secuelas del narcotráfico, la desigualdad y la migración son algunos problemas que reflejan una crisis cotidiana en los derechos humanos, y son temas sobre los que se reflexiona en esta obra. Explorando diversos proyectos culturales y educativos, este libro reúne una serie de artículos en los que se presentan prácticas artísticas que buscan mitigar estas situaciones de violencia y exclusión. Mediante un diálogo con gestores culturales, artistas e investigadores que han desarrollado y aplicado proyectos basados en una pedagogía crítica de la educación artística y en la premisa de la educación como motor de cambio, las experiencias aquí narradas dan cuenta de la capacidad transformadora de la educación y del arte, como una manera de desarrollar capacidades de convivencia en la diversidad y para la paz, buscando integrar a distintas instituciones en la construcción de una comunidad.