Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Milán en pleno agosto. La ciudad está casi desierta, todas las tiendas están cerradas y el calor es insoportable. El narrador, Jean B., director de documentales, se refugia en su hotel y escucha al barman contándole a otro cliente que hace unos días se suicidó allí una mujer francesa. Más tarde le pregunta al barman por esa mujer y éste le cuenta algunas cosas que venía de París, que iba a reunirse con unos amigos en Capri, que era muy guapa Ya en la estación, antes de partir, el narrador compra el Corriere della Sera y lee un suelto sobre ese suicidio. La información allí contenida, pese a las imprecisiones, le permite deducir que él conocía a la fallecida Ingrid Teyrsen