Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Me estoy muriendo, no logro diferenciar entre una letra y un espacio en blanco, una zapatilla de mujer ha pasado deslizándose bajo mi cama; hay agua en el piso. Veo rostros desfigurados y lozanos en Ia tambaleante superficie de muros que han dejado de existir. El dinero y los ideales no significan ya nada. La casa se inunda, Ia casa sin techo ni muros. Quiero dictar el periódico mural, el barrio de mi vida presente, el futuro pensado y moribundo. Quiero contarle historias de arquitectura mexicana a mi bailarina que se aleja cada vez más, montada en una quien sabe hacia qué lontananza. Quiero escribir historias que se olviden y se desvanezcan como mi cuerpo interrogado y sometido a Ia tortura del patíbulo cotidiano. , Que ha quedado de mi y de los viajes que la memoria conservo supuestamente intactos? Al rostro anclado en el espejo se lo han comido las ratas, y se hincha como un cadáver en pleno solaz. Ya no soy Fandelli, soy un recuerdo, tu recuerdo. De algo estará cierto yo, mitad perro, mitad hombre y verdugo hasta que me muera y Ia risa de los sádicos dispersen mis cenizas: Ia autobiografía no es posible. La conciencia de uno mismo no permite el descanso sideral o terreno, debido a que dicha experiencia no puede ser narrada, sino sólo esbozada. Quien sospeche que en mis libros escribo acerca de mi vida, mis aventuras y demás accidentes, es porque quizás no ha comprendido Ia broma que nos sepulta, la burda imposibilidad de transmitir lo que uno es.