Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Cuando el objeto ya no está, /los actos mueren / queda aún la palabra que los nombra,fantasma / de las presencías que se disuelven. / Envuelto en esta herencia nos llega el tiempo" . La palabra de José Emilio Pacheco nos lega su tiempo, la sucesión modesta de lo que vivió. Pero al recuperarse en su palabra, este tiempo deja de ser meramente anecdótico y crece; se vuelve inmenso. Es tiempo reflexivo y conviert el instante en parte de la historia: es tiempo imaginativo y hace que en la historia se abra el haz de las versiones que no ha cumplido, pero sin dejar de ser tiempo precioso porque aunque se recuerde con tierna minucia, no puede recuperars: "Cómo volver a ese lugar que ya no está. / Imposible encontrarlo".