Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Si el contenido de este diario apócrifo logra provocar algún desconcierto en el lector, y al menos el deseo de conocer o de no haber permitido la destrucción de los diarios de esos años como el del pintor Gonzalo carrasco, por dar un ejemplo concreto, o como el que piensa que llevaba el poeta José Juan Tablada en los ochocientos noventa, o como el que pudo llevar cualquiera de las personas que aquí se mencionan-, entonces el Diario de las cigarras habrá hecho algo más, fuera del ámbito de lo meramente premeditado en el ámbito de la imaginación histórica, pero ya en el centro de lo que busca todo el que un día decide acomodar palabras sobre una hoja de papel: a través de las grietas de ese desconcierto, tal vez se alcancen a reconocer algunas de las diversas manifestaciones de la invariable condición de la experiencia concreta.