Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Con título de leve procedencia gongorina y epígrafe de Quevedo, Juan José Arreola apareció con este
libro en 1949. Había publicado cuentos, poemas, reportajes y otros textos enigmáticos en periódicos
y revistas del país desde 1939. Su obra primera tiene valor de pequeño oasis dentro de una zona
particularmente desértica de la literatura mexicana que abarca esa década. Quien revise los libros
publicados entonces, comprenderá sin dificultad por qué hombres como Octavio Barreda, Agustín
Yáñez, Roger Caillois, Francisco Luis Bernárdez, Octavio Paz, José Gaos, Raimundo Lida, José Luis
Martínez, Seymour Menton y Antonio Alatorre, saludaran al autor de Varia invención como un
venturoso ejecutante de juegos imaginarios.