Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En un claro de bosque, una casa narra, con ironía y un humor acerbo, la historia de una familia feliz que de un momento a otro fue atravesada por el sufrimiento, donde la enfermedad y la muerte, al ocupar el centro de la existencia, consiguieron desmoronar incluso la alegría y los afectos dando paso a un vacío sórdido, de promesas que el destino no cumplio.Tras el deceso de su madre, una mujer en los inicios de su madurez debe desmontar, con el fin de venderla, la vieja vivienda familiar situada en un bosque en los alrededores de Pátzcuaro. Necesita la ayuda de su hermano y un grupo de amigos, pues no se atreve a regresar sola a ese sitio al que no ha ido desde hace décadas. Envuelto en el bullicio de la fiesta y la camaradería, el grupo llega a la construcción cuyas paredes acumulan los recuerdos de una adolescencia alegre, aunque poco a poco también aparecen otros, más dolorosos. Entre fantasmas de la memoria y espectros que deambulan y monologan por estancias y pasillos, los personajes se deshacen de muebles y objetos inservibles mientras mezclan su nostalgia por un pasado edénico y su voluntad de olvidar los instantes terribles con la incertidumbre de un presente hueco, como si arrojar a la basura los enseres de una casa abandonada les otorgara la oportunidad de reiniciar el camino.