Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En la Historia de la Democracia Occidental, existe un antes de la publicación del Espíritu de las Leyes del francés Montesquieu (1689-1755). La genial obra salió a la luz en Ginebra (para evitar problemas con las autoridades francesas) en 1748 y es fruto de una minuciosa investigación de su autor, durante veinte años. Tuvo un éxito extraordinario y anunció las pautas que debería seguir cualquier buen gobierno que se preciara de serlo. Junto con El Contrato Social de J.J. Rousseau y ¿Qué es el tercer Estado? del abate Sieyès, constituye la trilogía de obras que más contribuirían a la Revolución Francesa de 1789.