Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Una vez que se conoce a Ignatius Reilly resulta imposible olvidarse de él. Este tipo incómodo, inadaptado y sometido a la necesidad de conseguir trabajo se dedica a explicarnos el mundo a través de varios cuadernos. Por sus páginas se cuelan personajes entrañables o detestables, miserables y resignados, tristes u osados, hábiles y talentosos, torpes o engreídos, que se van encadenando irónicamente hasta formar un mosaico magistral. Un reflejo cruel del género humano que combina la tragedia y la risa casi a partes iguales. La novela trasciende, así, a ese protagonista de vida azarosa y divertida para convertirse en la crítica a una sociedad que, a menudo, castiga a quienes no siguen unos cánones determinados, a esos individuos cuya inteligencia queda solapada por un aspecto repulsivo y unas costumbres que sobrepasan lo excéntrico. Merecedora del Premio Pulitzer en 1981, La conjura de los necios es una lectura imprescindible.