Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Para evitar las celebraciones del falso milenio, en el año nuevo de 2000, el profesor Manuel Artigas y Monique, su acompañante, han decidido huir de París y refugiarse en las playas de Jalisco. Durante el viaje, Artigas se arrepentirá de varias cosas pero, sobre todo, de haber pronunciado, sin que nada salvo su nostalgia lo trajera a cuento, el nombre de Patricia. Con esa sola evocación queda atrapado en el relato de su propia vida y enganchado al recuento de sus amores como de una cifra insuficiente. Destino, fatalidad o simple naturaleza humana, el trayecto desemboca en un pueblo casi perdido donde Patricia había vivido con Josemaría –rudo pescador, personaje enigmático y pieza clave en este rompecabezas– un oscuro romance que es la antítesis de sus desencuentros con Manuel. Atrapado en la narración, el protagonista se ve impelido a resolver su propia historia ante los hechos. La realidad, sin embargo es insensible al ansia de saber.