Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
¿Qué droga tomar para que la escritura se vuelva fácil?, inquiere Henri Michaux al escritor y editor Jean Paulhan en 1956 en medio de una crisis creativa. La mescalina, alcaloide alucinógeno del peyote, se hallaba en el origen de la pregunta. Un año antes, el 2 de enero de 1955, Michaux, Paulhan y la poeta Edith Boissonnas iniciaron experimentaciones con mescalina mediante las cuales buscaban redefinir la literatura, sus formas y alcances, su lugar como categoría cognitiva y la experiencia misma del acto de escritura. Así, en el amplio registro de textos que conforman Mescalina 55, intercambios epistolares, poemas, diarios, ensayos, la interrogación por el lenguaje y la subjetividad humana se coloca en el centro de las preocupaciones estéticas y epistemológicas de los tres escritores