Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Aunque tiene nobles antecedentes, el tanque de natación es una invención tan reciente como el ferrocarril, como la fotografía. Como aquellas tecnologías, implica además (o tal vez debería decir: significa) la toma de posesión por el hombre de un elemento natural: el agua. Lo sabíamos antes de Gaston Bachelard -aunque el filósofo francés nos ayudó a comprenderlo-: el agua en libertad, en movimiento o estancada, ha sido un detonador de fobias arcaicas incrustadas en la psique occidental que obligaron a instrumentar medidas de control.