Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
¿Cómo filmar la ansiedad de una mirada? ¿Cómo representar en un rostro de niña la violencia que la vuelve impenetrable, intratable? Y sobre todo: ¿qué función cumpliría en un guión la secuencia no filmada, su metáfora secreta? Y sin embargo, se trata de guiones, las películas existen. Sólo que el origen de estos textos cerrados, sintéticos, adheridos a la imaginación de fantasmas que pasarán por otro lado, fuera del libro, es la escritura. Marguerite Duras escribió antes de filmar y sigue escribiendo después, agujereando más que completando lo que habrá hecho el cine, devolviendo los gestos de los actores al silencio y a la soledad de las historias que encarnaron.