Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
De entre las nuevas voces de México, sin duda Susana Zaragoza irá a encontrar su sitió, cuyas marcas comienzan a tenderse con éste su primer libro, en que hace la recapitulación de los acontecimientos oscuros. La autora indaga con la imagen los puntos cardinales de la vivencia humana, ya sea en soledad o en sociedad. La paradoja del amor y el tiempo que se queda fijo, sin transcurrir hacia lugar alguno. También se da en esta Historia de sombras el rejuego de la textualidad, en el cual se abre paso la alusión al antiguo poeta inexistente y al distante, la nota al pie y el comentario en prosa, tanto como la dedicatoria cifrada o de sentido privado. Y la vida cotidiana como un transfondo que ocasionalmente se hace primer plano y adquiere la importancia total de sus pequeñas nimiedades, tan imprescindibles, y de sus breves instantes, tan terribles. Así vemos aquí el testamento de un amor ausente, la belleza fúnebre, los girasoles sin nadie a quién seguir: la falta de una iluminación definida en horas ciegas. Pero todo ello es la apertura hacia otras potencialidades del amor y de la vida diaria cuando surge el rayo, el mar retorna a su vaivén y la noche alumbra otro paisaje y amanece la rosa no nacida.Benjamín Valdivia