Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El teatro en México fue, durante el siglo XIX el lugar artístico donde coincidían los miembros de las diversas clases sociales: centro de reunión, reencuentro, el teatro acogía sus localidades ---desde los ensortijados palcos y plateas hasta las populares galerías--- y, a todo aquel que quisiera asomarse a lo que acontecía en el escenario urbano.Se advierten las imágenes de un pueblo que no terminaba de adaptarse a las convulsiones político-sociales, inseguro económicamente y desconcertado. El rostro de ese pueblo parece formarse en las crónicas teatrales de Altamirano, en los bosquejos iniciales para el retrato del habitante de México; en esos destacan los rasgos conductuales de ese pueblo frente a sus escenarios, ante sus espectadores teatrales, circense, urbano, rituales.
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