Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El libro que el lector tiene hoy entre sus manos no es sólo una colección de poemas de uno de nuestros mejores escritores. Es también, y sobre todo, un libro único en su género, ya que coloca a la música en el centro de una intensa lúcida reflexión acerca del paso del tiempo. Es una suerte de paisaje sonoro que transita puntualmente a través de un laberinto construido de palabras y de tiempo, y cuya dilatada geografía abarca un amplio abanico de voces y de cantos. Hay, en consecuencia, un arduo trabajo de orden formal: el poeta recorre una inusitada gama de técnicas, de estructuras y de equilibradas construcciones arquitectónicas que delinean los múltiples rostros del tiempo, substancia de la que está hecha la música. A la escritura de cada poema le precede una atenta y cuidadosa escucha. Así, una palabra repetida, una y otra vez, reproduce el ensordecedor ruido que acompaña la audición de un cuarteto de Stockhausen; en ocasiones, un poema se comporta como un refinado mecanismo que recuerda el modo de operar del minimalismo de Steve Riley, o bien, es habitado por una multitud de aves, de timbres y colores seductores, que pueblan el imaginario musical de Messiaen.Estamos ciertos de que el lector encontrará y escuchará en esta Música de cámara instantánea, "el rumor de una música / que se parece al silencio".Mario Lavista