Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Cuando el primer editor de Aristóteles, Andrónico de Rodas, se dispuso a compilar la obra del maestro, halló una serie de escritos dispersos acerca de una filosofía primera. Los reunió en catorce libros y les dio el título de Metafísica porque los colocó literalmente tras los ocho libros de Física. Esto explica la dispersión de este libro, que no fue concebido como tal, sino como un conjunto de materiales destinados originalmente a servir como base para las lecciones de Aristóteles sobre los temas filosóficos perfectamente delimitados en cada capítulo. La Metafísica es, por lo tanto, una especie de programa de investigación sobre las primeras causas y principios del ser, el conocimiento del ser en cuanto ser, el conocimiento de la causa última de la naturaleza y de la realidad. De la falta de univocidad del objeto de estudio, el ser, surgen las dos ramas de la metafísica aristotélica: la ontológica, que estudia lo que puede ser afirmado sobre cualquier cosa que existe sólo en tanto que existe y no debido a las cualidades especiales que pueda tener, y la teológica, dedicada al primer motor inmóvil, es decir, a Dios como principio y causa.