Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Es una celebración encontrarse con la pintura de Luis Sahagún Cortés en medio de lo que fue la agitada vida cultural mexicana entre los años treinta y setenta del siglo pasado. Ese dilatado periodo, de 1932 a 1978, lo dedicó a trabajar en la ciudad de México en el estudio que montó en la colonia Postal, pero también a la enseñanza formal del oficio en la Academia de San Carlos. Había vuelto de Roma en 1932 tras una estancia de siete años, durante la cual determinó su modo de hacer pintura, así como las razones de esta elección. Luis Sahagún Cortés nació con el siglo, un día que se recordará después entre las efemérides más notables de la nación: 20 de noviembre, en la tranquila población de Sahuayo, en Michoacán, que a pesar de su serenidad se ha distinguido por ser cuna de personajes emprendedores en los más diversos ámbitos. Creció en un ambiente acomodado en el que se cultivaban los valores morales y religiosos de la tradición católica, aunados al ejemplo edificante del ejercicio profesional, ya que su madre, Petra Cortés, era maestra y su padre, Pascual Sahagún, médico. Así, las impresiones de su niñez quedaron asociadas al sentido del servicio a los demás, al deber y a la honorabilidad, cualidades que siempre se señalarían en relación con él.
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