Elemento indispensable en la formación de toda persona culta sigue siendo hoy el conocimiento de las letras clásicas. El autor traza aquà un panorama de la literatura latina sin omitir nada esencial y dando una clara idea de las figuras y corrientes.
Seguramente Chirbes no quiso salvarnos de esa parte nuestra de maldad que tanto nos duele: ni era un ingenuo ni tenía alma de redentor. Pero si en el presente o en el futuro alguien quiere comprender lo que fue la España de finales del siglo XX y comienzos del XXI, deberá leer Crematorio, un extenuante y maravilloso torrente de personajes y temas que atrapa y zarandea sin piedad. Leerlo es reír y llorar, indignarse y conmoverse, porque su escritura siempre en esa excepcional y canónica primera persona que manejaba como nadie es lo más parecido a la revolución que tanto soñó y que nunca se cumplió. Nada queda impune o ignorado: la corrupción, las relaciones familiares, la especulación inmobiliaria, la gastronomía, el paisaje, el sexo, la emigración, la amistad, la enfermedad. No, Chirbes no quiso salvarnos, pero de alguna manera lo logró al escribir un clásico desolador, brillante y atemporal, una de esas raras obras que reclaman nuestra curiosidad y nuestra sensibilidad, a la vez que nos invitan a reflexionar y nos explican aunque no queramos escucharlo quiénes somos.