Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Más que una colección de cuentos, Óptica sanguínea es una pieza que combina imágenes fotográficas con texto. Hay, en cada una de estas pequeñas ficciones, un punto de vista inesperado y oblicuo, siempre a punto de perder el equilibrio. A Daniela Bojórquez le interesa explorar las nociones de borde, límite, inestabilidad. Por eso, su escritura es radicalmente distinta y plantea en todo momento tensiones frente a las convenciones de la narración. Lo mismo sucede con sus personajes: seres que deambulan en los suburbios de las neurosis contemporáneas, habitados por tics innumerables y patologías de la mirada, ellos están provistos, sin embargo, de una percepción otra que los vuelve acaso más agudos, más sensibles, frente al absurdo cotidiano. No es extraño que la prosa de este libro sea irónica y nerviosa, como si se tratara del sismógrafo hiperactivo de nuestra época, la máquina verbal de un mundo enrarecido.