El mundo lo usa como termómetro; el tiempo, como pedernal donde grabar su paso sin contemplaciones. Él mismo se manifiesta con voces o gritos; con danza o con temblor. Preso de un minimalismo implacable, se mofa de la pretendida coreografía clásica, despertando la risa o la compasión. Mirado a través de luz estelar es vacío, metáfora del hoyo oscuro donde todo confluye y muere.