Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Mientras vivió Emily Dickinson, pocos, por no decir nadie entre los poetas y los lectores de poesía, repararon en su existencia. Hernám Bravo Varela, poeta mientras compone sus propios versos y, por fortuna, también poeta cuando traduce, escogió para este libro veinticinco poemas de Dickinson y decidió respetar dos elementos formales propios de sus composiciones: uno, las mayúsculas de ciertas palabras sacralizadas por su intimidad, y dos, esos guiones largos que utilizaba para sustituir comas y puntos y para señalar ciertas pautas rítmicas.