Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Con la misteriosa desaparición de Fanshawe, amigo de la infancia del narrador, éste recibe la
extraña petición de decidir cuál de los manuscritos que Fanshawe redactó a lo largo de los años es
merecedor de ser publicado. Y es que el mismo escritor encargó a su mujer que, si algún día él
faltaba, debería buscar a su viejo camarada para tal misión. Mientras el narrador se sumerge en la
obra de su amigo, irá absorbiendo también sus vivencias y sus recuerdos.
Con La habitación cerrada Paul Auster concluye La trilogía de Nueva York, una obra que
reconfigura la concepción de las novelas de detectives.