Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Ariella Azoulay, investigadora, curadora, cineasta y profesora de cultura y medios modernos y literatura comparada, es quizás la teórica de fotografía más importante de la actualidad. Sus escritos, exposiciones, películas y demás proyectos investigan la circulación de medios visuales --o la falta de los mismos-- y revisa conceptos políticos --como la ciudadanía y la soberanía-- a través de imágenes. Los ensayos reunidos en este volumen hacen clara la posición de Azoulay respecto a la producción y consumo de imágenes: es necesario deshacernos de la distinción entre lo estético y lo político pues "ninguna imagen puede existir fuera del plano estético". Por ende, la fotografía debe ser entendida como un evento mediador de relaciones entre personas pues nadie es espectador, todos somos participantes de una situación fotográfica. Los sujetos retratados en una fotografía son, entonces, miembros de una esfera cívica en la cual tienen el derecho a demandar ser vistos. Las ideas de Ariella Azoulay, que del plano estético pasan al cívico, hacen reflexionar sobre el papel del creador en su sociedad.