Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Los cuadernos para colorear, denominados originalmente «libros para pintar», surgieron en el siglo xviii de la reflexión de varios pintores y pedagogos que vieron la necesidad de sensibilizar a la juventud con respecto a las prácticas artísticas. Este ejercicio lúdico, que es sabido que mejora las capacidades cognitivas de todo aquel que lo practica, acompañó al surgimiento de los lápices de colores y se popularizó a finales del siglo xix con la aparición de los primeros cuadernos para colorear. Fueron publicados por primera vez por los editores neoyorquinos McLoughlin en 1879 y los niños los han utilizado de manera sistemática a partir de principios de los años treinta del pasado siglo