Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La idea de la inmensidad del tiempo es tan amenazante para la comprensión y contraria a la concepción bíblica del mundo, que no fue poca cosa que los estudiosos de la Tierra modificaran sus estimaciones de la edad de este planeta de los miles de años a los miles de millones de años. Ningún otro problema ha sido más importante en la historia del pensamiento geológico. Stephen Jay Gould analiza en este libro el proceso de aceptación del tiempo profundo, como consenso entre académicos, el cual se extendió por un periodo que va de mediados del siglo XVII hasta inicios del XIX. En particular, Gould profundiza en tres personajes pilares en la polémica sobre el tiempo profundo y en el debate acerca de su naturaleza lineal o cíclica: Thomas Burnet, James Hutton y Charles Lyell.