Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En un artículo que Paul Westheim publicó a mediados del siglo XX, "El nuevo grabado en madera mexicano", se refirió a Francisco Díaz de León como un enamorado del arte en blanco y negro. Es auténtico y fecunda su pasión por todo lo que estampa, impresión, tipografía y muy especialmente por todo lo que en México se trabaja, logra y crea en este campo.Está familiarizado con todas las técnicas gráficas y todas las domina magistralmente. Un artista arraigado en lo más hondo del oficio y un pedagogo excepcional, que tiene el raro don de enseñar "el arte del oficio".