El periodista deportivo es la novela que consagró internacionalmente a Richard Ford, de quien Raymond Carver escribió que era «el mejor escritor en activo en nuestro país» y el crítico francés Bernard Géniès afirmó, en una encuesta en Le Nouvel Observateur, que «se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano». Frank Bascombe tiene treinta y ocho años y un magnífico porvenir como escritor a sus espaldas. Hace tiempo disfrutó de un breve instante de gloria, tras la publicación de un libro de cuentos, pero luego abandonó la literatura, o fue abandonado por ella. Ahora escribe sobre deportes y entrevista a atletas, a quienes admira porque «no tienen tiempo para las dudas o la introspección».Y escribir sobre victorias y derrotas, sobre triunfadores del futuro o del ayer, le ha permitido aprender una escueta lección: «En la vida no hay temas trascendentales. Las cosas suceden y luego se acaban, y eso es todo.» Lección que podría aplicarse a su fugaz fama como escritor, a su breve matrimonio o a la corta vida de su hijo mayor, Ralph, que murió a los nueve años. ¿Cuál es el drama que ha provocado el fracaso de su matrimonio? ¿Por qué Bascombe ha renunciado a la literatura? ¿Qué le anima, sino una «moral de la apatía», un vivir la vida de instante en instante, un rehuir el suicidio por los caminos de la deseada analgésica banalidad? El periodista deportivo es un implacable testimonio de los desencantos inevitables, de la corrosión de las ambiciones, del aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir.
Los retratos tarjeta de visita empezaron a circular en la ciudad de México al finalizar la década de 1850. Unos veinte años antes la técnica fotográfica se había dado a conocer públicamente en París y después en el resto del mundo. En ese lapso, se probaron sin cesar diversas variantes que pretendían mejorar y hacer más viable el novedoso procedimiento originalmente patentado por Daguerre en 1839. Uno de los propósitos principales de esas indagaciones consistía en agilizar el trabajo técnico para producir imágenes fotográficas, y entre los varios métodos obtenidos se encontraba el de la tarjeta de visita, que colocó a la fotografía en la senda de la empresa lucrativa.Las tarjetas de visita se convirtieron en el primer producto de gran impacto en la cultura visual contemporánea, pues en su producción convergieron varios adelantos que hicieron posible el surgimiento de la industria fotográfica. Con la especialidad del retrato debutaron esas pequeñas fotografías de 6 x 9 cm, impresas en serie sobre una superficie de papel, con un potencial ilimitado de reproducción (desde media docena, hasta miles de ejemplares). Con ellas irrumpió también una nueva generación de fotógrafos, y fue entonces cuando en diversas partes del mundo surgió un dinámico personaje de la vida moderna: el fotógrafo profesional.