La obra de Manuel Manilla se desarrolló durante el Porfiriato, periodo de modernización complejo y contradictorio durante el cual el impulso de la economía fue una prioridad. El proyecto positivista permitió que se corporeizara el viejo anhelo de empezar a mecanizar la producción artesanal; las aspiraciones de progreso tenían como paradigma a países como Inglaterra y Francia, en los que, desde fines del siglo XVIII y durante todo el XIX, la empresa editorial, junto con la ilustración gráfica, conoció profundas y continuas innovaciones que le permitieron alcanzar un público mayor. De manera paralela a los avances tecnológicos, los géneros editoriales e ilustrativos se diversificaron. Estas transformaciones llegaron tardíamente a México, donde cobraron un desarrollo propio. Inmersa en ellas, la producción de Manilla resulta menos simple de lo que se ha considerado, pues muestra en parte los procesos de cambio del poco conocido fenómeno de la gráfica ilustrativa de fines del siglo XIX, la cual atestiguó el tránsito de las técnicas artesanales a las técnicas industriales de producción, y a su vez formó parte del entramado de procesos culturales, económicos y políticos que ocurrieron durante la época.