Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
¿Para qué nos sirve eso que llamamos poesía? Podemos jugar diciendo que es inútil y que es en la medida en que es inútil que se vuelve realmente útil, etc. Son paradojas que hemos oído hasta las náuseas, paradojas de supermercado. No podemos seguir andando por las ramas de esa manera. Por ello, en el pequeño folleto que entregué para estas conferencias, puse una cita de Hugo que alude precisamente este problema, que combate este pensamiento paradójico, elegante y ligado a una situación política precisa. Eran tiempos de Napoleón III, tiempos de exilio para el poeta. Hugo fustiga la fórmula de un responsable de la dirección de Bellas Artes, el equivalente del ministerio de Cultura en aquel entonces, según la cual "los poetas son inútiles y es porque son inútiles que ..."