Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Curiosa paradoja en la obra de Juan Manuel Gómez: sus poemas acogen vastedades, abismos sonoridades submarinas, potentes oles de invierno, largos en cada uno de ellos nos aguarda un pequeño reino, algo invisible como la aparición de un grano de anís en un tronco o un montón de hojarasca, un trompo de luz que sólo gira en el centro de las pupilas de una niña o, en efecto, un pedacito rojo tras el cristal de una pecera. Poemas-navegaciones sabedores de que el viajero siempre estará más cerca de la vida que la muerte; hechos como quien va sobre el dorso acuático del mundo y con la claridad del que ama ser ciego en la niebla.