Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El uso lúcido y libertario de las tecnologías digitales, iniciando por los primeros programadores y hacktivistas, se ha profundizado en las últimas décadas a partir de experiencias concretas que sorprendas en su irrupción y que contrastan con el desarrollo de estrategias tecnológicas para el control social y el provecho económico. A mediados de los noventa, el surgimiento espontáneo de una red de solidaridad con el EZLN fue un ejemplo inaugural de poder distribuido y transnacional de las redes activistas, agregaciones ad hoc, capaces de actuar e irrumpir a nivel global desde contextos diversos. El devenir de estas redes activistas en todo su esplendor dio lugar al movimiento altermundista. Al alimentar estas potencias, el activismo comunicativo.