Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
A ustedes les consta. Ustedes, lectores de ese género periodístico y literario, la crónica, Sony han sido testigos y en ocasiones y de modo preciso, actrices y actores de una admirable operación informativa y creativa. Los elementos están allí: el don de síntesis, la eficacia descriptiva, la pasión, la ironía, el sentido del detalle. Todo o casi todo está cifrado en este discurso: las nuevas y viejas costumbres, la resistencia y el relajo del pueblo, las variedades del habla y la imaginación, el pesimismo y las esperanzas que se oponen o se integran. Sin didactismo, con escepticismo o entusiasmo, en la crónica tienen cabida la pequeña y la gran historia, la moda y la denuncia, la frivolidad y la lucha de clases, la amnesia programada y la memoria de las devastaciones. En la presente antología de dos siglos de crónica en México, los ejemplos lo reiteran: de Manuel Payno y Guillermo Prieto a Juan Villoro, Magali Tercero, Héctor de Mauleón y Fabrizio Mejía Madrid, una tradición de primer orden se consolida en el espacio delimitado por las virtudes de la prosa y los intereses múltiples de los lectores.