Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Al género epistolar, desaparecido eminente, muy poco se le evoca en la época de la comunicación mecanizada, donde el teléfono sustituye a la presencia y el fax da por eliminados la voz y los requisitos personales en la correspondencia. Por el correo todavía pasan millones de cartas, pero el efecto cultural ya no es lo mismo, se ha perdido la "magia" de la comunicación epistolar y la búsqueda en las cartas de revelaciones inesperadas, de voces singulares, de franquezas calcinantes. Desde hace tiempo se desvaneció el placer que convertía a las misivas en "retratos del alma" o alguna expresión semejante que subrayase la alianza de la actitud honesta con la expresión sonora.Y por lo mismo, por el relegamiento, es ahora cuando conviene poner de relieve la importancia del género epistolar, que aún no recibe entre nosotros los estudios que merece. A enmendar en algo esta falta, dedico las siguientes y una breve y fragmentada antología.