Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Con el objetivo de enterrar a su padre en el pueblo donde nació, Daniel emprende un viaje en un vehículo muy particular, un coche fúnebre, conducido por un chófer ecuatoriano, pintoresco y charlatán, de la mejor estirpe cómica. ¿Quién es de verdad Dani Mosca? Quizá, como sostiene él mismo, es sólo un tipo que hace canciones, sobre todo canciones de amor. Pero es también el niño que creció en un barrio humilde; que encontró la amistad más profunda de esa manera accidental en que uno encuentra las grandes cosas de la vida; que viajó y disfrutó de su oficio en la música hasta que la tríada clásica de los excesos (sexo, drogas y rock and roll) desintegró el grupo que había formado con sus amigos del alma; y cuya vida se sostuvo en un equilibrio precario pero resistente entre el deseo y la realidad.
Ésta es una novela que a ratos se lee como una canción. Contiene la visión personal de un tiempo y unos lugares en los que Dani Mosca se construyó una identidad propia a fuerza de ideales y sueños, y también de algunos autoengaños y mentiras. Un viaje profundo e intenso, sensible y directo, donde se perciben las huellas y las cicatrices del paso del tiempo. David Trueba vuelve a desplegar, bajo una estructura poderosa y zigzagueante, hecha de hilos que se entrelazan, su prodigioso pulso narrativo para proyectar una mirada aguda y reflexiva sobre las paradojas y las perplejidades que rodean nuestra existencia y adentrarse con lucidez en el laberinto de los afectos y los sentimientos. El resultado es un libro deslumbrante en cada una de cuyas páginas palpita la vida.