Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Los retratos tarjeta de visita empezaron a circular en la ciudad de México al finalizar la década de 1850. Unos veinte años antes la técnica fotográfica se había dado a conocer públicamente en París y después en el resto del mundo. En ese lapso, se probaron sin cesar diversas variantes que pretendían mejorar y hacer más viable el novedoso procedimiento originalmente patentado por Daguerre en 1839. Uno de los propósitos principales de esas indagaciones consistía en agilizar el trabajo técnico para producir imágenes fotográficas, y entre los varios métodos obtenidos se encontraba el de la tarjeta de visita, que colocó a la fotografía en la senda de la empresa lucrativa.Las tarjetas de visita se convirtieron en el primer producto de gran impacto en la cultura visual contemporánea, pues en su producción convergieron varios adelantos que hicieron posible el surgimiento de la industria fotográfica. Con la especialidad del retrato debutaron esas pequeñas fotografías de 6 x 9 cm, impresas en serie sobre una superficie de papel, con un potencial ilimitado de reproducción (desde media docena, hasta miles de ejemplares). Con ellas irrumpió también una nueva generación de fotógrafos, y fue entonces cuando en diversas partes del mundo surgió un dinámico personaje de la vida moderna: el fotógrafo profesional.