Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Los lectores de este trabajo descubrirán una renovada urgencia de reinterpretar la verdadera naturaleza del subdesarrollo. Para el autor, la dominación imperial sobre los países subdesarrollados descansa fundamentalmente en el colonialismo industrial, es decir en la configuración de las estructuras reales de la industrialización existente en los mismos.
Continuando una investigación de ya casi tres décadas, Víctor Manuel Figueroa desarrolla en este volumen un novedoso enfoque sobre el papel del imperialismo como fundamento estructural de la asimétrica y hegemónica integración de Améri-ca Latina en el mercado mundial.
La reformulación crítica de la tesis leninista sobre el imperialismo elaborada por Figueroa permite entender los impactos perversos de la asimilación de las innovaciones tecnológicas desarrolladas externamente y la ausencia de una efectiva gestión estatal del desarrollo en la región. En ello descansan la subordinación económica, las transferencias de inversión hacia los países desarrollados, la insaciable sed de inversión extranjera, los desequilibrios externos la producción de poblaciones excedentes, entre otras tendencias que refuerzan la disposición al sometimiento político.