Una novela negra ágil, con mucha acción y una protagonista sorprendente. «Digo a mi favor que no cometí más errores que cualquier madre, fui sobreprotectora, otras veces dura, pero siempre en el afán de prepararla para este mundo traidor e incierto.¿Será que la traumé en vez de darle cariño?» La sicaria de Polanco es una novela negra ambientada en México DF en época actual. Se trata de un libro ágil, pleno de acción, protagonizado por una mujer de personalidad arrolladora. Karina Shultz sorprenderá al lector, que será cómplice de todas las peripecias que ha de vivir, de manera cada vez más atropellada, esta mujer convertida en asesina a sueldo. Es una novela policíaca, pero también social, ya que critica las diferencias tan marcadas de clase, así como la corrupción, sin moralinas ni juicios de valor. Se centra en mostrar la dualidad chocante en la que vive el personaje principal, que pasa los días intentando conciliar su vida de madre de dos chicos adolescentes y novia de un agente de policía con su papel ocasional de asesina. Pero llegará un momento en el que el frágil equilibrio en que vive se quebrará y todo empezará a desmoronarse alrededor de ella.
El mal no se limita a la guerra ni a las circunstancias en que las personas actúan bajo una presión extrema. Cada vez con más frecuencia, el mal se revela en la cotidiana insensibilidad hacia el sufrimiento de los demás, en la incapacidad y el rechazo a comprenderlos y en el eventual desplazamiento de la propia mirada ética. El mal y la ceguera moral acechan en la trivialidad y la banalidad de la vida cotidiana, y no solo en los casos anormales y excepcionales. La ceguera moral que define a nuestras sociedades la analizan brillantemente Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis a partir del concepto de «adiáfora»: el acto de situar ciertos actos o categorías de los seres humanos fuera del universo de evaluaciones y obligaciones morales. La adiáfora implica una actitud de indiferencia hacia lo que acontece en el mundo; un entumecimiento moral. En una vida cuyos ritmos están dictados por guerras de audiencias e ingresos de taquilla, donde la gente está absorta ante sus aparatos tecnológicos y al pendiente de sus redes sociales; en nuestra «vida apresurada» en la cual rara vez hay tiempo para detenernos y prestar atención a temas de importancia, corremos el grave riesgo de perder la sensibilidad ante los problemas de los demás. Salvo las celebridades y las estrellas mediáticas, nadie puede esperar ser tomado en cuenta en una sociedad extenuada por la información sensacionalista y sin valor. He aquí una penetrante investigación sobre el destino de nuestra sensibilidad moral, dirigida a quienes se preocupan por los profundos cambios que silenciosamente configuran las vidas de todos en nuestro contemporáneo mundo líquido.