Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Utopía, obra maestra de la literatura, fue escrita en latín en Lovaina (1516) por el gran humanista inglés Tomás Moro (Thomas More), dilecto amigo de Erasmo y la sazón Lord Canciller de Inglaterra. No sabemos cuáles fueron las motivaciones reales del autor, pero sabemos que en un momento de inactividad forzada Moro se distrajo pintando la imagen del Estado ideal, perfecto: Utopía. Para ello eligió una forma de estilo humanística: el diálogo. En él expone Moro, por boca del portugués Hytlodeo, una crítica feroz a la sociedad inglesa de su tiempo, al influjo de las ideas platónicas (La República) y la visión de los florecientes municipios de los Países Bajos.
En la Nueva Atlántida (1627), el filósofo inglés Francis Bacon -al que algunos atribuyen la redacción de las obras de Shakespeare y otros consideran una de las principales figuras de la Orden Rosacruz- imagina una sociedad regida por los frutos de la ciencia: no existen políticos ni burócratas, sólo quienes descuellan en alguna ciencia participan de la toma de decisiones, una idea socialista de una sociedad en la que los "científicos" todavía no habían defraudado las expectativas de los humanistas.
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