Viajaba en un taxi de la ciudad de México, de esos, ahora ya no tan extraños, en los que el conductor sintoniza radio UNAM, cuando oí por primera vez que escucha el cuaderno de los espíritus y de las pinturas: una mezcla de sorpresas, simpatía y curiosidad. Estuve atento al final para escuchar el nombre del autor de esa pequeña joya.
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