Sinopsis
El teatro decadente es de naturaleza transgresora; sus héroes son la femme fatale, el andrógino, la geisha, la bailarina; seres poéticos de belleza difusa y misteriosa, que se someten al escrutinio y a la interpretación del intérprete. José Juan Tablada descifra su realidad a la manera del hermeneuta, busca la oscuridad del símbolo y de la metáfora, enigmas que interpretar, cuerpos que desvelar, con el fin de experimentar el misterio, y quizá, comunicar con otra realidad. En el simbolismo no basta dirigir la mirada a la realidad para comprobar realidades. Es preciso reflexionar no sólo sobre lo que se ve, sino más bien sobre lo que no se ve y se intuye. Por eso el cuerpo real y visible no interesa tanto como el cuerpo singular, especular y siempre artístico. El arte finisecular privilegia los cuerpos escénicos, despojados de su historia, no de historias, ni de escenificaciones, que instauran un nuevo centro de significaciones superiores a las del cuerpo visible, deficiente en misterio y poesía. Los simbolistas consideran el cuerpo como un objeto estratégico cada vez que se presenta bajo el signo de la diferencia, contra un siglo demasiado regulador y dogmático. Para ellos el cuerpo es esencialmente una construcción, una entidad compleja, únicamente válida en su estructura simbólica y mítica. De tal manera que en la cultura ocular del fin de siglo, de una sensibilidad analítica extrema, el cuerpo especular se revela como ?una región imaginaria, surgido de la convergencia colectiva del sentido, admisible, y al mismo tiempo único, singular? (Mier, ?Signos?: 13-19). Las crónicas de José Juan Tablada esconden muchos cuerpos y la clave para entenderlos es erótica. Algunos todavía llevan los viejos oropeles del andrógino o de la femme fatale. Siguen provocando la emoción y la inventiva del hermeneuta, y la nuestra, en busca de nuevos signos y de nuevas interpretaciones?