Los poemas de Miguel, además de ser versiculares, como ya lo dije, se regodean en la adjetivación y el ritmo ceremonioso. Las cosas no son lo que son hasta que llegan a ser lo que pueden llegar a ser, y en este trato el adjetivo es siempre puente. Adjetivar es revelar, sacar a la luz un haz repentino de posibilidades insospechadas; aunque, es verdad, esta estrategia de escritura conlevva el riesgo, no menor, de cansar al lector o desalentar a quienes no están dispuestos a realizar el mínimo esfuerzo en la experiencia. No mentiré. leer a Manríquez es cosa seria.