Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Sobre las biografías, habla el propio Twain a propósito de su proyecto de autobiografía llegado a este punto me asalta una duda teniendo antepasados tan brillantes, merece la pena contar una vida tan banal como la mía. Supongo que lo más razonable será no contar nada de mí, salvo que me cuelguen. Si muchos otros biógrafos hubieran hecho lo mismo limitarse a hablar de sus antepasados y no escribir nada de sí mismos hasta que no les ocurriera algo relevante, el público lector habría salido ganando, no cree