Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Nos dice algo más: Los tartamudeos de la Historia, su incapacidad de producir novedad alguna, la pulsión de repetición que nos anima, la certeza de que cada uno ha de llevar una vida mentirosa y falsa: tantos motivos de satisfacción para quien ha renunciado a esperar cualquier cosa de los demás o de sí mismo.
Viena podría ser concebida como una Grecia judía y un centro de culto a la inteligencia, la muerte, la desgracia, el incesto y el inconsciente, tal como Jaccard lo describe en este libro a cuyas espaldas se encuentran autores como Joseph Roth, Hermann Broch, Robert Musil, Karl Kraus, Jean Améry y Thomas Bernhard, entre otros.